salud / 09/04/12
Cuando a los niños no se les enseña a controlar su enojo o ira, podrían en el futuro ser incapaces de manejar de manera adecuada sus emociones, lo que finalmente se traduce en conductas como agresión física y verbal, hostigamiento psicológico o exclusión social.
Benilde García Cabrero, de la Facultad de Psicología de la UNAM, advierte lo anterior, y afirma que las manifestaciones de violencia tienen un importante componente emocional.
En los niños, explica la profesora, la ira es una emoción básica, normal y adaptativa porque les sirve, por ejemplo, para llamar la atención de los padres y externar necesidades. Los berrinches, tensión o el llanto indican una frustración que la produce. Si sólo se evitan oreprimen (esto depende de las circunstancias, con qué magnitud se presentan y las consecuencias), les puede generar falta de control, que más tarde podría derivar en enfermedades psicosomáticas e involucrarlos en situaciones delictivas.
Ante una frustración, la forma como los progenitores modelan y apoyan al niño es trascendental en el proceso de afrontamiento; si se hace de manera correcta, aprenderá a distraerse, calmarse o involucrarse en una actividad alternativa como una forma de regulación, señala la especialista en psicología educativa.
La capacidad de control, uno de los mecanismos básicos para poder manejar las emociones, es condicionada por la manera en que los adultos han enseñado a los menores a gestionarla. Ello incluye aspectos como la simpatía y la empatía; ser empáticos permite que desarrollen conductas pro-sociales, de ayuda y cuidado hacia los demás, destaca García Cabrero.
"Debemos ayudar a los infantes y adolescentes agresores a saber cómo manejar el enojo, a darse cuenta de por qué incurren en ese sentimiento, qué lo detona, en qué situaciones, cómo lo descargan, qué sienten antes, durante y después, qué manifestaciones fisiológicas presentan y cómo, a través de estrategias asertivas del manejo, pueden aprender no sólo a controlarse, sino a sentir empatía por el otro", puntualiza la académica de la UNAM. Fuente: UNAM Imagen: naturemoms
Benilde García Cabrero, de la Facultad de Psicología de la UNAM, advierte lo anterior, y afirma que las manifestaciones de violencia tienen un importante componente emocional.
En los niños, explica la profesora, la ira es una emoción básica, normal y adaptativa porque les sirve, por ejemplo, para llamar la atención de los padres y externar necesidades. Los berrinches, tensión o el llanto indican una frustración que la produce. Si sólo se evitan oreprimen (esto depende de las circunstancias, con qué magnitud se presentan y las consecuencias), les puede generar falta de control, que más tarde podría derivar en enfermedades psicosomáticas e involucrarlos en situaciones delictivas.
Ante una frustración, la forma como los progenitores modelan y apoyan al niño es trascendental en el proceso de afrontamiento; si se hace de manera correcta, aprenderá a distraerse, calmarse o involucrarse en una actividad alternativa como una forma de regulación, señala la especialista en psicología educativa.
La capacidad de control, uno de los mecanismos básicos para poder manejar las emociones, es condicionada por la manera en que los adultos han enseñado a los menores a gestionarla. Ello incluye aspectos como la simpatía y la empatía; ser empáticos permite que desarrollen conductas pro-sociales, de ayuda y cuidado hacia los demás, destaca García Cabrero.
"Debemos ayudar a los infantes y adolescentes agresores a saber cómo manejar el enojo, a darse cuenta de por qué incurren en ese sentimiento, qué lo detona, en qué situaciones, cómo lo descargan, qué sienten antes, durante y después, qué manifestaciones fisiológicas presentan y cómo, a través de estrategias asertivas del manejo, pueden aprender no sólo a controlarse, sino a sentir empatía por el otro", puntualiza la académica de la UNAM. Fuente: UNAM Imagen: naturemoms
MUY INTERESANTE
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